La expedición de Pedro Álvares Cabral y la conquista de Brasil.
1. Introducción
En este capítulo iniciaremos el estudio del descubrimiento de Brasil.
La palabra «descubrimiento» es inapropiada, ya que antes de que los portugueses llegaran a la región que hoy llamamos Brasil, ya estaba habitada por una gran variedad de pueblos.
En este sentido, Brasil no fue descubierto, sino conquistado.
Estudiaremos la organización de la escuadra portuguesa comandada por Pedro Álvares Cabral, así como parte de la vida cotidiana del viaje que condujo al «descubrimiento».
Además, analizaremos el proceso de conquista y el contacto cultural entre el elemento colonizador portugués y los «indios» nativos colonizados en un primer momento.
Indio: el término nació de un error histórico, ya que Cristóbal Colón pensó que había descubierto la India cuando descubrió América.
A partir de entonces, el término se popularizó. Con el tiempo, surgieron otros nombres para designar a los nativos americanos: aborigen, amerindio, autóctono, brasileño-indio, gentil, indio, negro de la tierra, nativo, bicho, salvaje, etc.
2. La expedición de Pedro Álvares Cabral
La expedición tiene el mérito de haber sido la responsable del «descubrimiento» de Brasil, pero hay algunos historiadores que afirman que Brasil ya había sido descubierto unos años antes tanto por los portugueses como por los españoles.
As Grandes Navegações, Parte 11 - Pedro Alvares Cabral, A descoberta do Brasil
A este respecto, Boris Fausto afirma en 2007, p. 30, que:
Desde el siglo XIX se discute si la llegada de los portugueses a Brasil fue obra del azar, producida por las corrientes marinas, o si ya existía un conocimiento previo del Nuevo Mundo y a Cabral se le había encomendado alguna misión secreta que le llevaría a tomar el rumbo occidental.
Todo apunta a que la expedición de Cabral tenía como destino real las Indias. Esto elimina la posibilidad de que navegantes europeos, especialmente portugueses, hubieran visitado la costa de Brasil antes de 1500.
En cualquier caso, se trata de una controversia de escaso interés en la actualidad, más propia del campo de la curiosidad histórica que de la comprensión de los procesos históricos.
Sobre esta polémica, Eduardo Bueno (1998, pp. 32-33) afirma lo siguiente:
En cualquier caso, conociera o no el rey Dom João II la existencia de Brasil, lo cierto es que, en la segunda mitad de 1497, cuando navegaba hacia la India, Vasco da Gama ya había intuido la existencia de esas mismas tierras.
De hecho, el 22 de agosto de ese año, tras zarpar de las islas de Cabo Verde con rumbo a la India, Gama y sus hombres avistaron aves marinas que volaban «muy rápido, como pájaros que van a tierra».
Vasco da Gama no pudo desviar su rumbo para seguirlos, pero el avistamiento quedó registrado en su cuaderno de bitácora.
En aquella época, los navegantes portugueses estaban interesados en la India verdadera, que sabían que se encontraba al este, más allá del océano Atlántico, y no en las tierras que Cristóbal Colón estaba descubriendo al oeste.
En junio de 1499, tan pronto como Vasco da Gama llegó a Lisboa con la noticia esperada desde hacía mucho tiempo de que se podía llegar a la India por mar, el rey de Portugal, Dom Manoel, se puso a organizar el envío de una nueva expedición al fabuloso reino de las especias.
En su viaje de ida, esta expedición también podría explorar la costa occidental del Atlántico, cuya posesión Portugal había asegurado mediante el Tratado de Tordesillas, firmado en 1494.
Como vimos anteriormente, la polémica sobre el «descubrimiento» de Brasil no es el centro de la cuestión.
Se hizo intencionadamente o no, el descubrimiento de Brasil convirtió a Portugal en una potencia. Debemos considerarlo un hito en las grandes navegaciones, ya que fue la expedición más poderosa organizada jamás por un Estado europeo.
No sabemos si el nacimiento de Brasil fue casualidad, pero no cabe duda de que estuvo rodeado de gran pompa.
El primer barco que regresaba del viaje de Vasco da Gama llegó a Portugal en julio de 1499, provocando una gran expectación.
Unos meses más tarde, el 9 de marzo de 1500, zarpó del río Tajo, en Lisboa, una flota de trece navíos, la mayor que había salido del reino hasta entonces, al parecer con destino a las Indias, bajo el mando de Pedro Álvares Cabral, un noble de poco más de treinta años.
Tras pasar las islas de Cabo Verde, la flota se dirigió hacia el oeste, alejándose de la costa africana hasta avistar tierra brasileña el 21 de abril.
En esa fecha, solo hubo un breve descenso a tierra y no fue hasta el día siguiente que la flota fondeó frente a la costa de Bahía, en Porto Seguro (BUENO, 2007, p. 30).
La travesía atlántica de la flota de Cabral, desde su partida de Lisboa hasta el avistamiento de tierra en la costa brasileña, duró cerca de 44 días.
El viaje estuvo marcado por varios incidentes, el más grave de los cuales fue la pérdida de un barco que nunca fue localizado. A pesar de ello, la travesía transcurrió sin incidentes, lo que confirmó la posibilidad de que Brasil se convirtiera en una escala segura y un punto de abrevadero para las futuras expediciones que pretendieran llegar a las Indias.
Para entender un poco la vida cotidiana a bordo de una carabela en la travesía del Atlántico, presentaremos un fragmento del Libro de Oro de la Historia de Brasil, de los historiadores Mary Del Priore y Renato Pinto Venâncio (2001, pp. 14-17). A continuación, lo podrá seguir.
A pesar de ser pequeñas —unos 20 metros de eslora—, ágiles, capaces de zigzaguear contra el viento y equipadas con artillería pesada, las carabelas estaban consideradas como los mejores veleros de alta mar.
Pero, aunque el barco fuera bueno, la vida cotidiana en los viajes de ultramar no era nada fácil.
La precariedad higiénica a bordo empezaba por el reducido espacio que tenían los pasajeros: unos 50 centímetros por persona.
En un barco de tres cubiertas, dos se utilizaban para transportar la carga de la Corona, los mercaderes y los propios pasajeros.
La tercera se utilizaba sobre todo para almacenar agua, vino, madera y otros objetos útiles.
En los «castillos» de los barcos se encontraban las cámaras de los oficiales (capitán, maestre, piloto, veedor y dependiente) y de los marineros, donde se almacenaba pólvora, galletas, velas, paños, etc.
Bañarse a bordo era imposible, ya que, además de la falta de higiene, el agua potable se utilizaba para consumir y cocinar los alimentos.
En los cuerpos o en la comida proliferaban todo tipo de parásitos, como piojos, pulgas y chinches. Confinados en cubículos, los pasajeros satisfacían sus necesidades fisiológicas, vomitaban o escupían junto a los que comían.
Por eso, solían llevar a bordo algunos litros de «agua de lor» para disimularlo. Entre el hedor constante y el vaivén natural, era habitual marearse.
Para empeorar las cosas, la escasa higiene a bordo contaminaba con frecuencia la comida y el agua.
La diarrea, para la que no había cura, se cobraba rápidamente la vida de personas ya deshidratadas y desnutridas.
La alimentación durante estos largos viajes siempre fue un problema para la Corona portuguesa.
La habitual escasez de alimentos en Portugal hacía imposible abastecer a los barcos de manera suficiente.
El Almacén Real, encargado de abastecer a los barcos, a menudo simplemente no lo hacía.
El hambre crónica y la debilidad física provocaron la muerte de un número significativo de marineros.
En Memória de um Soldado na Índia, Francisco Rodrigues Silveira se quejaba de que era raro que los soldados escapasen a las corrupciones de las encías (el temido escorbuto, enfermedad causada por la falta de vitamina C), fiebres, diarreas y otras dolencias.
Además de escasa, la comida a bordo se estropeaba incluso antes de comenzar el viaje.
Los alimentos almacenados en bodegas húmedas se pudrían aún más rápidamente durante el viaje.
La «lista de provisiones» solía incluir galletas, carne salada, pescado seco (principalmente bacalao salado), manteca de cerdo, lentejas, arroz, habas, cebollas, ajo, sal, aceite, vinagre, azúcar, miel, pasas sultanas, trigo, vino y agua.
No todos los pasajeros tenían acceso a las provisiones, que eran estrictamente controladas por un mayordomo o por el propio capitán.
Los oficiales superiores se llevaban los productos en mejor estado y, a menudo, los vendían en un mercado negro a otros viajeros hambrientos.
Los grumetes y los marineros pobres se veían obligados a consumir «galletas podridas por las cucarachas y con un moho muy maloliente», entre otros alimentos en avanzado estado de descomposición.
A la tripulación enferma se le ofrecía miel y pasas sultanas.
Las fiebres altas y el delirio, que solían afectar a muchos tripulantes, eran el resultado de comer carne en exceso y demasiado salada, regada con vino de mala calidad.
Cuando había tregua en el tórrido calor de los trópicos, los hambrientos marineros comían de todo: suelas de zapatos, cuero de baúles, papeles, galletas llenas de larvas de insectos, ratas, animales muertos e incluso carne humana.
Saciaban su sed con su propia orina.
Muchos, sin embargo, preferían suicidarse a morir de sed.
En realidad, la situación de los marineros no difería mucho de la de los campesinos en tierra firme.
Un jornalero que trabajaba de sol a sol, siete días a la semana, no ganaba más de dos peniques al día.
Eso apenas le alcanzaba para comprar una fanega de pan.
¿Y el sustento de familias enteras que no tenían ni comida ni ropa?
Muchos campesinos pobres prefirieron huir del hambre y afrontar los riesgos del mar, aun siendo conscientes de las penurias a las que se verían sometidos en el Camino de la India.
El sueño del imperio de las especias era un estímulo y una posibilidad en un contexto de miseria y desesperanza.
En este texto podemos ver que viajar no era nada cómodo; prácticamente había escasez de todo, sin embargo mucha gente prefería enfrentarse a las privaciones del viaje antes que quedarse en tierra y vivir una vida miserable como campesinos.
El escorbuto era una enfermedad común entre los marineros que viajaban por mar a las Indias o al Nuevo Mundo. Esta «enfermedad» estaba causada por la falta de vitamina C como consecuencia de la mala alimentación a bordo de los barcos.
Además, el texto nos describe la vida cotidiana a bordo de una carabela, una realidad que perduró prácticamente hasta el siglo XIX, cuando los cítricos se incorporaron a la dieta de los marineros, ya que la falta de esta vitamina era la principal causa del escorbuto.
Con el consumo de frutas, la incidencia del escorbuto disminuyó considerablemente.
Es necesario comprender que Brasil no se convirtió inicialmente en un importante puesto comercial para los portugueses, ya que en aquella época lo importante era consolidar las relaciones comerciales con la India. Era una tarea ardua, dado que Portugal era un país con pocos recursos demográficos.
Pedro Álvares Cabral siguió la ruta de Vasco da Gama y, por accidente o a propósito (es concebible que los portugueses tuvieran información sobre la presencia de tierra cerca), localizó la costa brasileña, atracando en Porto Seguro en 1500.
Desde allí, con 11 naves (una se había roto en el Atlántico y ya no fue localizada y una segunda fue enviada a Portugal con la noticia del descubrimiento de Brasil), los portugueses zarparon rumbo a la India.
A pesar de la pérdida de cuatro naves en la travesía del Atlántico (una de ellas estaba al mando de Bartolomeu Dias, el primer hombre que dio la vuelta a África), Pedro Álvares Cabral llegó a Calicut, cargado de ricos regalos para el samorín hindú, que se había quejado de que Vasco da Gama no le había obsequiado como es debido.
Los mercaderes musulmanes, que dominaban el comercio en la región, trataron de impedir que los portugueses obtuvieran las mercancías que deseaban y, cuando Pedro Álvares Cabral capturó un barco musulmán que transportaba especias, los mercaderes protestaron atacando su puesto comercial y matando a los que estaban dentro.
Pedro Álvares Cabral reaccionó capturando otros diez barcos musulmanes y zarpó hacia Cochin y Cananor, donde terminó de cargar sus naves.
Regresó a Lisboa en julio de 1501 y la carga de las seis naves que llevó a puerto compensó con creces los gastos de la expedición (Migliacci, 1997, p. 46).
La expedición de Pedro Álvares Cabral fue un éxito en todos los sentidos, ya que tomó posesión de Brasil y sentó las bases para el comercio con la India.
En la próxima sección, estudiaremos el proceso de conquista de Brasil tras el «descubrimiento».
3. La conquista de Brasil
Cuando los portugueses «descubrieron» oficialmente Brasil, el 22 de abril de 1500, estaba habitado por multitud de pueblos repartidos por prácticamente todo el territorio que hoy conforma Brasil. Podemos dividirlos en dos grandes grupos: los tupis-guaraníes y los tapuias.
El primer grupo, llamado tupis-guaraníes, habitaba prácticamente toda la costa brasileña, desde Ceará hasta Lagoa dos Patos, en el actual estado de Rio Grande do Sul.
Según Boris Fausto (2007, p. 37):
Los tupis, también llamados tupinambás, dominaban la franja costera, desde el norte hasta Ananeia, en el sur del actual estado de São Paulo; los guaraníes se localizaban en la cuenca del Paraná-Paraguay y en el tramo de costa entre Cananeia y el extremo sur de lo que sería Brasil.
A pesar de la diferente localización geográfica de tupis y guaraníes, hablamos de una lengua común, el tupí-guaraní, dada la similitud de sus culturas.
El segundo grupo, llamado tapuias, habitaba zonas donde la presencia tupí-guaraní era interrumpida, como los goitacases, situados en la desembocadura del río Paraíba; los aimorés, en el sur de Bahía y el norte de Espírito Santo; y los tremembés, entre Ceará y Maranhão.
«Estas poblaciones eran llamadas tapuias, palabra genérica utilizada por los tupis-guaraníes para designar a los indios que hablaban otra lengua» (Fausto, 2007, p. 38).
Los tupis-guaraníes eran más numerosos que los tapuias, pero estos eran más feroces.
Ambos grupos son muy importantes en el contexto de la prehistoria del continente americano, ya que desarrollaron experiencias culturales únicas.
La clasificación que se enumera en los párrafos anteriores deriva de estudios antropológicos contemporáneos que han tratado de organizar los pueblos indígenas de Brasil según sus afinidades culturales y lingüísticas.
Ambos grupos practicaban la caza, la pesca, la recolección de frutos y raíces y la agricultura. Su experiencia en el dominio de la naturaleza sería aprovechada por los portugueses en el proceso de colonización de Brasil.
Según Boris Fausto (2007, p. 38), «[…] las estimaciones oscilan entre cifras tan variadas como dos millones para todo el territorio y alrededor de cinco millones solo para la Amazonia brasileña». Por lo tanto, es difícil establecer el número de población nativa en la época del «descubrimiento». Esta cuestión se tratará más en detalle en el próximo apartado.
Para profundizar en el estudio de los pueblos indígenas de Brasil, incluiremos un fragmento del libro História do Brasil: um olhar crítico, del historiador Gilberto Cotrim (1999, pp. 13-15), que trata sobre la cultura tupí.
A continuación se muestran las características básicas de las sociedades tupis.
Esta caracterización se basa en los registros dejados por los misioneros y viajeros europeos de los siglos XVI y XVII.
Sin embargo, a pesar de la aparente similitud, cualquier intento de sintetizar etnográficamente estos pueblos es problemático debido a la diversidad de las sociedades que componen la familia lingüística tupí.
Para describir la diversidad cultural de las sociedades indígenas, los europeos las redujeron a dos categorías genéricas: tupí-guaraní y tapuia.
Los tapuia eran grupos poco conocidos por los europeos y se percibían como la antítesis de las sociedades tupí y guaraní, es decir, grupos que hablaban lenguas distintas de las mencionadas (jês, aruaques, etc.).
Los tupis guaraníes practicaban una agricultura de subsistencia cuyo objetivo era producir alimentos para satisfacer las necesidades de supervivencia del grupo. No se preocupaban por acumular excedentes.
Cultivaban mandioca, maíz, batatas, judías, cacahuetes, tabaco, calabazas, algodón, guindillas, piñas, papayas, yerba mate, guaraná y muchas otras plantas. Al preparar la tierra, los hombres talaban el bosque y limpiaban el terreno quemándolo. Las mujeres se dedicaban a la siembra.
Aunque eran agricultores, los tupi-guaraní no formaban asentamientos fijos y permanentes: la movilidad espacial seguía siendo una característica cultural de estos pueblos. El desplazamiento de una aldea estaba motivado por diversas razones: el desgaste del suelo, la disminución de las reservas de caza, las disputas internas entre facciones o la muerte de un jefe.
La identidad de cada aldea estaba asociada al jefe de la comunidad, que era el responsable de movilizar a parientes y seguidores y de organizar la vida material. Sin embargo, el liderazgo indígena no conllevaba, por lo general, privilegios económicos o sociales.
A pesar de cierta unidad lingüística y cultural, los tupí-guaraníes no formaban una sociedad única. Por el contrario, a menudo formaban grupos rivales que recibían diversos nombres: tupinambás, tupiniquins, guaraníes, caetés, potiguares, etc.
Los tupí-guaraní vivían en guerra permanente contra sus adversarios, fuesen tribus de su propia matriz cultural o tribus de otras, como los jês, los aruaques, etc.
La guerra, el cautiverio y el sacrificio de prisioneros fueron una de las bases de las relaciones entre los pueblos tupí-guaraní en el Brasil precolonial.
Estos elementos fueron fundamentales en las relaciones intertribales y, más tarde, en las relaciones entre europeos e indígenas. La comprensión de esta dinámica de conflicto proporcionó a los europeos una de las claves para controlar a la población nativa.
En innumerables sectores de la expresión cultural del país (música, artes plásticas, literatura, danza, religión, técnicas de trabajo, etc.), encontramos una marcada presencia de las sociedades indígenas.
A continuación, veremos algunos ejemplos que ilustran esta presencia cultural en la vida cotidiana brasileña:
- Alimentos: patatas, maíz, mandioca, boniatos, miel, tomates, judías, cacahuetes, piñas, papaya, guayaba, jabuticaba y fruta de la pasión.
- Especies vegetales utilizadas en la economía mundial: caucho, cacao, palmito, tabaco y yerba mate.
- Plantas medicinales: jaborandi, copaiba, quinina, coca, etc.
- Plantas manufactureras: algodón, piaçaba (escobas) y babaçu (producción de aceite).
- Vocabulario: Curitiba, Piauí, anacardo, mandioca, caimán, sabiá, Tietê, armadillo, piña, etc.
- Técnicas: trabajo en cerámica, preparación de harina de mandioca y harina de maíz.
Es importante destacar que el contacto con los portugueses supuso una verdadera catástrofe para la vida cotidiana de las poblaciones autóctonas.
Los conquistadores introdujeron nuevos hábitos y costumbres, además de profesar una nueva religión que terminaría predominando entre las poblaciones autóctonas.
El cristianismo sería una de las principales banderas de los portugueses, con los jesuitas a la cabeza.
En la próxima sección, examinaremos más de cerca la conquista portuguesa de Brasil y sus consecuencias para las naciones indígenas.
4. Llegada de los portugueses a Brasil.
Tenemos que entender que el proceso de colonización de Brasil no fue un cuento de hadas, sino un proceso histórico doloroso, especialmente para los pueblos indígenas, lleno de rupturas.
En su famosa carta al rey de Portugal, Pero Vaz de Caminha (2002, p. 94), el escribano de la escuadra de Cabral, relata que los habitantes de las tierras «recién descubiertas» se caracterizaban por tener las siguientes cualidades:
Se caracterizan por ser morenos, de color rojizo, con buenas caras y narices bien hechas.
Andan desnudos, sin cubrirse.
No se molestan en cubrirse ni en mostrar sus vergüenzas, y en esto son tan inocentes como en mostrar sus rostros.
A las dos les perforaron el labio inferior y les clavaron huesos blancos de verdad, del largo de una mano y del grosor de un huso de algodón, afilados en la punta como un punzón.
Se los meten por el lado de las mejillas y la parte entre las mejillas y los dientes está hecha como un damero, encajado de tal manera que no les molesta ni les estorba al hablar, comer o beber.
Tienen el pelo suelto. Y estaban rapados con una tijera alta, de buen grosor y afeitados hasta justo por encima de las orejas.
Uno de ellos llevaba un tocado de plumas amarillas de ave, largas y muy dentadas, que le cubrían la cabeza y las orejas.
Estaba pegado al pelo, pluma a pluma, y su confección era blanda como cera (aunque no lo era), de modo que el tocado era muy redondo, muy largo y muy uniforme, y no hacía falta lavarlo más para levantarlo.
En su relato, Caminha solo describe a los indígenas, sin mencionar ningún conflicto entre europeos y nativos. Sabemos que los primeros años de la colonización fueron relativamente pacíficos, pero los conflictos no se hicieron esperar.
Gilberto Freyre afirma que, cuando los portugueses desembarcaron en Brasil, se encontraron con una población nativa que aún vivía en la prehistoria, con hábitos sencillos y una fuerte conexión con la naturaleza.
Freyre crea un debate muy interesante al comparar a los nativos con los colonizadores portugueses recién llegados.
El historiador analiza el encuentro entre los nativos y los colonizadores y afirma que los primeros se encontraban todavía en la adolescencia de la civilización, mientras que los portugueses ya habían entrado en la edad adulta.
Por tanto, no se trata del encuentro de una cultura madura con otra en desarrollo, como cabría esperar; la colonización europea llega a esta parte de América como bandadas de niños grandes, una cultura verde e incipiente, todavía en su primera dentición, sin los huesos, el desarrollo ni la resistencia de las grandes semicivilizaciones americanas (FREYRE, 2003, p. 158).
Así, los primeros contactos fueron pacíficos y se entendieron bien. Sin embargo, los portugueses siempre mostraron una actitud arrogante, insinuando que su cultura y religión eran superiores a las de los nativos.
Según Mary Del Priore y Renato Pinto Venâncio (2001, p. 30):
Al principio, los portugueses no afectaron a la vida de los indígenas ni a la autonomía del sistema tribal.
Aislados en apenas tres o cuatro puestos comerciales diseminados por la costa, dependían de estos últimos, sus «aliados», para alimentarse y protegerse.
El trueque de productos como madera de Brasil, harina, loros y esclavos —víctimas de guerras intertribales— por azadas, cuchillos, guadañas, espejos y baratijas mantenía la regularidad de los intercambios.
Pero a partir de 1534, aproximadamente, estas relaciones comenzaron a cambiar.
Si antes los blancos se habían mostrado sumisos a la voluntad de los nativos, el panorama empezó a cambiar. Los estilos de vida y las instituciones sociales europeas, como el régimen de las donatarias, se fueron arraigando en la nueva tierra.
La idea inicial de los colonizadores con respecto a los indígenas fue de simpatía.
Según Nelson Werneck Sodré (1976, p. 56), los primeros contactos fueron «sencillos, cordiales, sin trabas ni preocupaciones; de un lado para otro, todo marchaba sobre ruedas, y empezaron los elogios desenfrenados y continuos, una curiosa repetición de cualidades».
Se trata de un interesante aspecto cultural que formó parte de la colonización, inicialmente con distanciamiento y luego con la participación efectiva de los portugueses, y que está directamente relacionado con la sexualidad del colonizador y del nativo.
Como nos enseña Gilberto Freyre:
El europeo saltaba a tierra resbalando sobre indias desnudas; los propios sacerdotes de la Compañía debían descender con cuidado, pues de lo contrario se empantanaban los pies en la carne.
Muchos otros clérigos se dejaban contaminar por el libertinaje.
Las mujeres eran las primeras en entregarse a los blancos; las más ardientes se frotaban contra las piernas de los que creían dioses.
Se entregaban al europeo a cambio de un peine o un trozo de espejo (FREYRE, 2003, p. 161).
A continuación se presenta una adaptación del libro Casa Grande e Senzala, del historiador Gilberto Freyre (2001, p. 2), que muestra, en forma de historieta, parte de la historia de la relación cultural entre portugueses y nativos.
Los colonizadores portugueses ejercían una gran fascinación sobre los nativos, ya que su base tecnológica era muy superior. En este contexto, europeos e indios coexistieron pacíficamente durante las primeras décadas de la colonización de Brasil.
A pesar de ello, el proceso de conquista emprendido por los portugueses se intensificó cuando se tomó la decisión de iniciar la colonización propiamente dicha.
Esto ocurrió a partir de 1530, con la llegada de la expedición de Martim Afonso de Sousa.
Era de esperar que las relaciones entre indígenas y colonos fueran más armoniosas en los primeros años de la colonización, ya que, en palabras de Nelson Werneck Sodré (1976, p. 57):
En el período inicial de la vida brasileña, cuando la costa solo era vigilada o se establecían en ella algunos puestos comerciales, no surgieron motivos de fricción entre los primitivos colonos y los nuevos.
No venían a disputar la tierra, a apropiársela ni a plantar y cosechar.
Eran pocos y desinteresados por las cosas de la nueva tierra; su mirada estaba puesta en el océano y esperaban, si no la libertad con su regreso, al menos utilidades y la reanudación del contacto con personas que eran sus iguales, que hablaban su lengua y comprendían sus deseos.
El hombre blanco de las fábricas se adaptó a la vida de los indios, aprovechó su experiencia y convivió con ellos.
Con la intensificación del proceso de colonización y conquista, esta realidad tendería a cambiar, pues los portugueses empezarían a ver a los indígenas como mano de obra esclavizada y también codiciarían las tierras ocupadas por las poblaciones nativas.
Estos aspectos tendieron a tensar las relaciones entre portugueses e indígenas, desencadenando graves conflictos.
En palabras de Sodré (1976, pp. 57-58):
En una segunda fase, cuando se produjo el establecimiento definitivo de los colonos y se trató propiamente de colonizar —lo que no ocurrió en todo el litoral ni en todo momento—, se subvirtieron las relaciones.
Al indio se le presentó como fuerza de trabajo, y como fuerza de trabajo con inmensas e insustituibles ventajas.
Luego, como era inevitable, estalló la lucha y adquirió proporciones de destrucción sistemática.
Con la introducción del monocultivo, el proceso de conquista de los pueblos indígenas y de la propia tierra alcanzó proporciones sin precedentes. Las consecuencias de este proceso serían el exterminio de las tribus, ya que su cultura no sería capaz de soportar la estructura de producción que se estaba estableciendo.
Al sustituir el trueque por la agricultura, los portugueses empezaban a cambiar las tornas.
Los indígenas se convirtieron al mismo tiempo en el gran obstáculo para ocupar la tierra y en la mano de obra necesaria para colonizarla.
Someterlos, esclavizarlos y comerciar con ellos se convirtió en la principal preocupación (Del Priore y Venancio, 2001, p. 31).
Las poblaciones indígenas del litoral se vieron obligadas a emigrar hacia el interior, lo que supuso la pérdida de una parte importante de su población. Así comenzó el martirio del indígena brasileño, que pasó de ser aliado a enemigo en pocas décadas.
Las poblaciones indígenas de la costa se vieron obligadas a emigrar hacia el interior, lo que supuso la pérdida de una parte importante de su población. Así comenzó el martirio de los indígenas brasileños, que pasaron de ser aliados a enemigos en pocas décadas.
4. En este capítulo vimos que:
- La expedición de Pedro Álvares Cabral, además de oficializar el «descubrimiento» de Brasil, sentó las bases para el comercio con Oriente.
- El descubrimiento de Brasil fue accidental o intencionado.
- Brasil fue conquistado y no descubierto, ya que en él vivían pueblos muy diferentes de los portugueses.
- Al principio, las relaciones con los nativos fueron relativamente pacíficas, pero esto cambiaría a medida que se intensificara el proceso de asentamiento y colonización.
Véanse los siguientes periodos de la historia del Brasil colonial:
- Independencia de Brasil – Ruptura de los lazos coloniales en Brasil.
- Imperio portugués en Brasil – Familia real portuguesa en Brasil.
- Traslado de la corte portuguesa a Brasil.
- Fundación de la ciudad de São Paulo y de los bandeirantes.
- Período de transición entre el Brasil colonial y el imperial.
- Los ingenios azucareros coloniales en Brasil.
- Monocultivos, trabajo esclavo y latifundio en el Brasil colonial.
- Instalación del Gobierno General en Brasil y fundación de Salvador de Bahía.
- La expansión marítima portuguesa y la conquista de Brasil.
- La ocupación de la costa africana, las islas atlánticas y el viaje de Vasco da Gama.
- La expedición de Pedro Álvares Cabral y la conquista de Brasil.
- Período precolonial en Brasil: los años olvidados.
- Instalación de la colonia portuguesa en Brasil.
- Periodos de la historia del Brasil colonial.
- Periodos históricos de Brasil
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